jueves, 18 de noviembre de 2010

Pícaros, golfos y parásitos

En España existe una tradición ancestral en considerarse uno más listo que los demás y tratar de vivir de ello, es decir: de los demás.
Esa tradición ha llevado a la aparición de diversas clases sociales sobresalientes del resto, a las que llamamos aristocracias.
Las aristocracias más populares son aquellas basadas en la pertenencia a familias, por ejemplo aristocracia de la realeza, o la aristocracia de la nobleza. Por supuesto, existen otras aristocracias como la de la cultura o la del dinero, pero a través de los tiempos sigue siendo común identificar aristocracia con pertenencia (o allegamiento) a una familia.
Como sucede con cualquier organismo vivo que goce de buena posición en su entorno, los aristócratas son parasitados por seres que, no poseyendo las condiciones del aristócrata, sí se consideran en un nivel intermedio entre éste y el mortal común, creando a su vez una especie de aristocracia de pelanas.

De éstos especímenes de segunda fila, quizá los más aparatosos sean los alcaldes de grandes ciudades, que vienen a ser como una imitación en pequeño de los grandes reyes; llegando algunos, incluso, a vivir en palacios. Y son los más aparatosos precisamente por el gran aparato que llegan a manejar, compuesto de varios miles de otros seres a los que también les gusta sentirse diferentes y por encima del resto de los vasallos de su Señor. Para ello, su Señor ha de proveerles de títulos o potestades que marquen su diferencia.

Y así llegamos a la clase más baja de la aristocracia municipal, cuyos distintivos suelen ser una jefatura de sección o de negociado, y cuyo blasón es un papel que utilizan en sus carrozas, las cuales aparcan en lugares de privilegio, previamente requisados a los mortales.


En las fotos podemos ver un ejemplo en torno a unas oficinas municipales situadas en el centro de Madriz. Se trata de una zona de aparcamiento que ha sido sustraída a los vecinos para que en ella pueda aparcar la aristocracia de pelanas en su versión funcionarial. Las señales de tráfico (pagadas con dinero público), que podemos ver en éstas fotografías,  y situadas en ambos lados de la calzada, indican que se trata de aparcamiento para vehículos oficiales del Ayuntamiento de Madriz, pero en uno de los vehículos puede apreciarse perfectamente una silla de bebé en el asiento trasero, mientras que sobre el salpicadero reposa el blasón del aristocrático empleado municipal. Por tratarse de una tradición ancestral, ésa imagen es la habitual en Madriz: mientras el ciudadano-pagano al que se le extrae el dinero para costear estas prebendas debe primero encontrar, y luego pagar su aparcamiento, los aristócratas pelanas no tienen reparo alguno en dejar sus vehículos  particulares en lugares reservados para vehículos oficiales del Ayuntamiento, consiguiendo de ésa forma la comodidad de aparcar junto a la oficina y totalmente gratis. Es de suponer que en la soberbia de su actitud va incluido el absoluto desprecio hacia el resto de ciudadanos.

 En Madriz, ésto de la "oficialidad" esgrimida como prebenda de la aristocracia de los pelanas, llega a resultar tan obsceno como la ostentación de su canonjía.
Nada menos que en el mismo Palacio Real cualquier ciudadano puede perecer de envidia al contemplar el poder "real" de los propietarios de más de 150 automóviles particulares que permanecen cada mañana (de jornada laboral, claro) estacionados dentro del recinto del palacio, en su cara norte junto a los jardines de Sabatini. Tal exposición en éstos tiempos, no sólo puede promover la lógica envidia hacia quienes tienen trabajo, y lo tienen en una empresa de la que difícilmente podrán despedirlos, sino también por encontrar aparcamiento en el centro de Madrid, en el mismo lugar de trabajo y totalmente gratuito.

Sin duda la ordenación del tráfico es una de las asignaturas no terminadas en el muy excelente Ayuntamiento de la Villa de Madriz. Es común observar que las marcas de aparcamiento junto a las aceras, han sido aprovechadas al milímetro con fines recaudatorios, llegando a crear verdaderos problemas de visibilidad a los conductores en algunos cruces.
Lo curioso es que el muy excelente Ayuntamiento de la Villa de Madriz sea incapaz de verlo siquiera en sus propios establecimientos.
En las dos fotografías queda reflejado el riesgo para la seguridad vial, creado por los propios servicios municipales en unas instalaciones del Ayuntamiento en una céntrica y concurrida vía del centro de la ciudad, tanto al señalizar la zona de estacionamiento, como al aparcar los vehículos.



Y no solamente el Ayuntamiento es invidente en éstos aspectos. Sus "actuaciones" (como gustan de llamar a sus cometidos) suelen ser tan contradictorias como muestra ésta otra fotografía, tomada en lugar muy próximo al anterior.
Mientras se afanan en colocar un paso de peatones libre de pinturas deslizantes, cosa muy de agradecer, una de las aceras permanece sin bolardos, facilitando que un camión de reparto estacione en la acera para dejar paso (como siempre) a los vehículos y dificultar el paso (como siempre) a los peatones.

Es de justicia dejar constancia también de que el reparto de mercancías en Madriz es algo que no interesa al muy excelente Ayuntamiento de la Villa.De otra forma resultan increíbles dos cuestiones: que no exista un horario de reparto (al menos en el centro) y que no se facilite en ése horario la labor de los repartidores y sus vehículos.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Madriz y la razón


En éste caso, me refiero a la facultad del Ayuntamiento de Madriz de pensar o discurrir... salvo que se trate de tener "una corazonada", claro.

El Ayuntamiento de Madriz padece, quizá por su propia multicefalia ministerialoide , una especie de cefalopatía espongiforme bobina (de bobos, claro) que le impide mostrar signos de inteligencia (ni siquiera artificial). No se sabe muy bien cuál pudiera ser la causa por la que el uso de la razón está ausente, de forma institucionalizada, en las "actuaciones" públicas del Ayuntamiento madrileño, con lo cual causa aún más extrañeza, si cabe, ése afán en titularlo como "Excelentísimo".

Mantener durante varios años una tapa de alcantarilla colocada del revés en las calzadas, con la nervadura hacia arriba para derribar las bicicletas y motos que osen pasar por encima, es un acto no susceptible de ser razonado... salvo por algún experto del Ayuntamiento, que de forma indefectible optará por responsabilizar de la torpeza a "otro departamento", a alguna célula -por supuesto- ajena a él.


El ciudadano puede romperse la crisma tropezando en una de las múltiples baldosas levantadas o ausentes en las aceras, o metiendo el pié en uno de los variados baches de diseño. Para evitarlo, debe acudir a la junta vecinal a denunciar el mal estado de algo que están viendo a diario los cientos de agentes de policía municipal y movilidad que asolan los presupuestos municipales, pero que ninguno de ellos se molesta en notificar, dada su conocida dedicación a menesteres más sofisticados.



Intentar hallar la razón para que en plena Plaza Mayor de Madriz, sobre la casa de la Panadería, y en el torreón parejo al del reloj (funcionando éste perfecto, sonería incluida) el barómetro allí existente anuncie invariablemente desde hace ya más de 12 años "Buen tiempo", incluida la plaza cubierta de nieve o bajo una intensa tormenta, es una tarea estéril.  Incluso lo más probable es que nadie en el Ayuntamiento lo sepa.


Recientemente, el Ayuntamiento ha instalado junto a las paradas de la EMT, unos postes con pantalla en los que mediante un sofisticado sistema cibernético y satelital, el Ayuntamiento gestiona el posicionamiento de los autobuses por GPS e informa al viajero del tiempo de espera para la llegada de su autobús. 
Es común que el panel indique al viajero que ya puede subir a un autobús que no está ni se le vé, o que esté indicando que para que llegue el autobús que ya está en la parada, faltan "sólo" 12 minutos. Sin duda el sistema debe tener su truco, así que deberemos estar atentos a que alguien nos lo explique.

El Negociado de Complicarle la Vida al Ciudadano quizá sea, con alta probabilidad, el que mejor funciona en la Villa. Una de las mejores "actuaciones" (palabra que encanta a los ediles) es la de jugar al despiste con el ciudadano para que no sea capaz de saber dónde se encuentra. Si un imprudente desea pasear por la ciudad, comprobará que al llegar a los cruces de calles, todas aquellas esquinas que correspondan a casas de nueva construcción, o cuya fachada haya sido rehabilitada recientemente, carecen de rótulos con el nombre de las calles. Así es posible recorrer incluso más de un kilómetro en algunas zonas de Madriz sin poder ver un sólo letrero, y sea incapaz de saber donde se encuentra. Eso si: pudiendo conectarse a internet con las "wifi" de kioscos de prensa y castañeras.

Bien es cierto que, algunas veces hacen intentos para resarcir al ciudadano, llegando a colocar incluso dos rótulos juntos. 








Y alguna vez se repone algún letrero, aunque tal hazaña -como puede apreciarse- cree severos problemas mentales tanto al ingeniero-ojeador-pensador como en el currito que debe poner el rótulo. 


En fin...